UN NIÑO ANSIOSO





A Jorge le gustaba comerse las uñas. Una vez se mordió un pedazo de dedo y lo arrancó. Vio que el dedo volvía a crecer al instante y lo comió entero. Espero que volviera a crecer completo y volvió a comérselo. Así estuvo toda una tarde. Más que nada le gustaba lo rápido que el dedo crecía y la rapidez con que tenía que morder para llegar a desaparecerlo por completo.
La noche que siguió a aquella tarde del descubrimiento, se le ocurrió pensar qué pasaría si mordiese a su hermana.
Se acercó a ella, dormida en la cama de al lado, y empezó a masticarle la oreja. Vio que la oreja de su hermana crecía al instante, como había crecido su dedo, y aquello lo alentó a seguir comiéndola. Cerró los ojos y mordió, mordió, mordió hasta tragarla por completo. No quedó nada de ella en la cama, así que no pudo regenerarse, al menos allí.
El trabajo de digerirla sumió a Jorge en un sueño profundo.
A la mañana, su madre lo sorprendió al despertarlo. Lo llamó como su hermana y preguntó por él. Corrió a verse. Frente al reflejo de su hermana en el espejo, sólo el olvido de que era Jorge lo tranquilizó. Llevó su cabellera a un lado para desenredarla y contestó:
-No lo veo desde anoche.


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