Estas palabras enormemente cuidadas, irreverentes pero con gran clase, fantásticas en sumo grado, provocan un deleite del intelecto antes que de los sentidos, o de la emoción desbordada. El leve humor a lo Saki (que no en vano abre con un epígrafe la selección) y una galería de personajes solitarios y melancólicos, a lo Alejandro Dolina, no impiden que predomine ampliamente una sensibilidad propia para lo sobrenatural, encantadora y encantada.La intertextualidad, aunque presente, no abruma. La implacable lógica de los desarrollos, es más, una gran capacidad lógica para la concatenación de sofismas (salvo los textos breves; verdaderas joyas) no opacan un espíritu delicado y nunca altisonante. Caracterizan verdaderamente a estos relatos, sumamente originales en nuestro panorama literario actual, sin influencias evidentes ni mayores localismos (salvo alguna guiñada topológica u onomástica: «Demovionte», «Ruben D’Alba», «Mariana Figueroa»...) Este mundo de ingenio y delicadeza sin par, parece una confirmación notable de la excepción patafísica. Por momentos te quema la cabeza, realmente. En otros instantes, se limita a susurrarte y sugerirte interpretaciones. Como la poesía misma, sin ir más cerca.
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